El vínculo entre hermanos es algo muy especial e implica sentimientos ambivalentes como ser, compañerismo y lealtad por un lado y cierta rivalidad por otro.
Este vínculo comienza desde pequeños y dura toda la vida, período durante el cual va sufriendo transformaciones pero, a pesar del tiempo, lo habitual es que se mantenga un fuerte sentimiento de fraternidad.
Este sentimiento se va generando al compartir un espacio físico, las actividades cotidianas y una historia en común que abarca los juegos en la niñez y la rebeldía en la adolescencia, entre otras cosas. Cuando la diferencia de edad es significativa el cuidado del menor por parte del mayor también genera un estrecho vínculo entre ambos.
Pero además, es normal que entre hermanos haya cierta rivalidad cuya intensidad depende, en alguna medida, del ambiente familiar y la actitud que tomen los padres en distintas situaciones. Es importante la valoración y el reconocimiento individual de cada uno de los hijos ya que si uno de ellos se siente desplazado por su hermano aumentará su sentimiento de rivalidad.
Además, los padres pueden favorecer el desarrollo de una relación positiva y fraternal entre sus hijos generando instancias de diálogo y encuentro entre ellos y respetando su intimidad. De esta manera, los hermanos tenderán a generar un vínculo sólido y afectivo desde pequeños que, probablemente, dure toda la vida.